El regimiento anda por tu cuerpo,
diez soldados atrincherados
en la parte baja de tu espalda
te dan la primera caricia.
Dices que hoy no quieres guerra,
montañas se derrumban
sobre los intrusos.
Planchas con tu corazón
el pliegue de las sábanas
mientras dices que llamen
a tu puerta cuando
tus risas suenen tal alto
como luna.
En la orilla, frente a ti,
tocando el frío de tu espalda,
me meto hasta dentro,
miro tu horizonte y me
concedes lo que te pido.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
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