Tu hijo se merecía
un adiós que nunca
le di. Tu mujer
un lo siento
que nunca llegué
a pronunciar,
y tú, querido
amigo, un abrazo
sincero que debí buscar.
No supe cómo murió,
ahí dentro,
donde nació.
No supe cómo
afrontar tu dolor,
no supe cómo no saber
nada y todo se hizo
tan grande…
No supe no estar,
pero ten mi brazo,
queda tanto por respirar.A veces estaré más cerca,
otras habré desaparecido,
entre tinieblas,
bajo la bruma
de nuestras risas,
bajo las palabras
rimadas de tus historias
y nuestros mañanas.
Siempre atento
a no perder,
sigo aprendiendo
a abrazar.
Pero un amigo,
aunque flaquee,
incluso cuando no sepa
hablar de un funeral,
hasta cuando
sus actos te hagan
dudar,
ten por seguro
que a oscuras,
siendo agnóstico,
parenciendo distante,
estará rezando,
en silencio, por
tu llorar.