domingo, 25 de mayo de 2008

La pérdida y el silencio

Tu hijo se merecía

un adiós que nunca

le di. Tu mujer

un lo siento

que nunca llegué

a pronunciar,

y tú, querido

amigo, un abrazo

sincero que debí buscar.

No supe cómo murió,

ahí dentro,

donde nació.

No supe cómo

afrontar tu dolor,

no supe cómo no saber

nada y todo se hizo

tan grande…

No supe no estar,

pero ten mi brazo,

queda tanto por respirar.

A veces estaré más cerca,

otras habré desaparecido,

entre tinieblas,

bajo la bruma

de nuestras risas,

bajo las palabras

rimadas de tus historias

y nuestros mañanas.

Siempre atento

a no perder,

sigo aprendiendo

a abrazar.

Pero un amigo,

aunque flaquee,

incluso cuando no sepa

hablar de un funeral,

hasta cuando

sus actos te hagan

dudar,

ten por seguro

que a oscuras,

siendo agnóstico,

parenciendo distante,

estará rezando,

en silencio, por

tu llorar.