jueves, 3 de abril de 2008

Hay veces que un escritor no debería escribir

Hay veces en las que un escritor

ni debe ni tiene que escribir.

Desgarrar el alma en cada verso

hace del poeta un ciego del dolor,

un alma en pena

que no mejora después

de exprimir su corazón.

Dicen que la escritura hace

sentir bien, mas plasmar

tus poluciones diurnas

no exime de terrores nocturnos.

En mi caso, el frío seguirá estando ahí,

en lo más profundo de mí.

Entre las sábanas y la oscuridad,

antes y después de dormir…

Hay veces en las que un escritor

no debería decir que escribe.

Un poeta no siempre crea

belleza ni versos memorables,

ni tan siquiera mala literatura.

Hay veces que un poeta

no quiere ser un ensoñador

de serpientes ni tan siquiera

un juglar de barra de bar.

Los poemas nacen y mueren

donde se crean, en las entrañas.

Hay veces que escribo

por necesidad, para mí.

Luego, como todo gran o pequeño

artista, decido que será para

los demás. Pero en realidad,

nada tiene que ver con ellos,

es una muestra de mi dolor interno.

Un pedazo de mi pecho, de mi vientre,

de mis dedos, de mis ojos, de mi nariz: de ti.

Hay veces que los miedos

se acurrucan entre los pliegues

de mi cerebro. Hay días

en los que mis sueños

son indígenas extinguidos

entre las praderas de lo imposible.

Hay veces que escribo

por no llorar, porque no puedo.

Siempre que lo intento recuerdo

a mi padre, el día que murió,

cuando era tan pequeño… Lloré

sin saber qué era el dolor. Luego me prometí,

nunca más sin una buena razón. Más

tarde, mucho tiempo después, me

percaté de que ya era imposible

para mí llorar.

Así descubrí que tantas

palabras equivales a

las lágrimas que debí

derramar y no pude.

Supongo que a veces, como ahora,

tampoco puedo llorar. Me pongo

triste y dejo de pensar, soy incapaz

de hablar, de expresar lo que siento.

Me hundo en un agujero,

como aquellos que tienen depresión.

Sin tener un motivo o no querer

tenerlo, me entristezco, miro

mi vida y mis movimientos,

desdeño cualquier despojo

de esperanza de ser lo que quiero

y zozobro entre mis miserias.

A veces, nadie debería escribir

cuando está triste. Nadie debería

contar lo mal que se siente

ni hacer terapia de folio

manchado en tinta y sangre.

Pero es cierto: terminando estos

versos me siento mejor. Para

celebrarlo me beberé un ron…


ESCRITO HACE MUCHO, UN DÍA OSCURO EN PARÍS

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