Las grafías se desvaneces,
los apegos caducan.
Los oropeles argucia,
se quieren del hombre.
En sus crines acicaladas
bajo las auroras de las
taciturnas oquedades.
Entre las latitudes de las
galaxias mundanas.
Inermes de falacias,
puras de incongruencias.
A las tres parió lo ajeno,
a las cinco desolló
lo más nuevo.
En los panales
la abeja prepara un néctar.
Jugo adolecido de humor
en su quintaesencia.
Aguijón de la guillotina,
purpúrea.
Simiente de los acuoso y
remilgo del lácteo rumor
de las madres.
Afinen dianas.
Misticismo del agua,
eterna pregunta…
Amor loco y huidizo,
perdona mis pecados,
ya no te regurgito,
sino que te añoro lindezas
de otros tiempos.
Mancomunidades de la fiereza,
entre los Smashing Pumpkins
y los gemidos de mis vecinos
follando.
Cuerdo amante de la infortuna
de los tiempos. Loca bruja
de los presentes robados
para ella sola.
¡Qué alguien le diga
por lo que lo quiere!
Último tango en París,
ya no creo en los: “Yo nunca”.
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